Entendemos que en mayo del 2011 brotó
algo incipiente y fresco, algo generado por un nuevo clima social quizá
resultado de una nueva composición social. Algo que resonó en múltiples lugares
de diferentes maneras como eco de un sentir común. Y puede que eso siga rebotando y ganando
fuerza, creciendo y diversificándose. Aunque pareciera que se interrumpe por
espejismos que nos ilusionan, se retoma
más tarde cuando vemos enfrente la quimera.
Sin liderazgo, sin banderas y al margen
de los grandes medios, el 15M es una manera de actuar que consiguió sus
primeros objetivos: la movilización y el despertar político de una sociedad
adormecida y la progresiva instauración de un nuevo paradigma que sobrepasa la
etapa de la transición y tiende a unas nuevas formas de hacer en lo colectivo y
en lo personal.
El 15M es un movimiento dinámico que
rechaza la uniformidad, que afirma la actividad productiva de la cooperación
social rompiendo la soledad del individualismo neoliberal generando múltiples
espacios de encuentro.
¿Qué nos movió y qué nos mueve?
Nos
mueve querer superar el sufrimiento que produce un sistema que niega a los
pueblos su protagonismo situando por encima al dinero. Es la dignidad la que
nos mueve y no solo la continua lucha por las necesidades inmediatas de la
vida, que en estos momentos de la historia sabemos que estamos en condiciones
de resolver. Es la dignidad la que nos mueve y no la lucha movida por el temor
y por la ambición. Dos caminos se abren frente a nosotros: el camino del sí y
el camino del no, y aunque a veces
confundidos y desorientados por la duda entre el sí y el no avanzamos intuyendo
que el SÍ apuesta por superar el dolor y el sufrimiento y el NO agrega dolor y
sufrimiento. Nos rebelamos ante la injusticia como nos rebelamos contra la
frustración y la venganza.
No hay marcha atrás, hay que seguir
arremangándose, volviendo cotidiana la acción social, haciendo de todas la
lucha responsable por la justicia, eso que nos hace dignos y libres.
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